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Posted in berlin, opera, teatro, wagner by Antonio on septiembre 9, 2010

El romanticismo hizo demasiado mal. Cómo en tantas ocasiones es causante de “divinización” de gente no muy recomendable: Hoy veremos el caso de Rienzi, el último de los tribunos, aunque sea únicamente como pretexto para hablar del recien editado DVD (primera vez que se lanza esta ópera en formato visual) de RIENZI de la Deutsche Oper de Berlin. Me centraré casi exclusivamente en el exquisito y reflexivo montaje firmado por Phillip Stölzl.

La historia nace de la novela de Bulwer-Lytton sobre Cola di Rienzo, publicada en 1835. La trama gira en torno un personaje demagogo y populista que se enfrentó a la nobleza romana con el apoyo interesado de la iglesia, y que acabó destruido por el poder de esta y por el de su mayor arma: el pueblo. El romanticismo de Bulwer-Lytton lo convirtió en un libertador, en el último de los hombres que trascendió del oscuro medievo para empuñar el cargo de “tribuno de la plebe”, a fin de cuentas en un soñador como los héroes románticos. La historiografía demuestra que Cola di Rienzo era un vividor, que consiguió el odio del pueblo por las ostentosas maneras dictatoriales que ostentaba, además del aumento de los impuestos para realizar fastuosas fiestas. Richard Wagner, comenzó a trabajar sobre la novela de Bulwer-Lytton en 1838 realizando los primeros borradores y finalizó la partitura en 1840. La obra al modelo francés de la Grand Opèra se estreno en la Semperoper de Dresden el 20 de Octubre de 1842, siendo un éxito absoluto. Su estilo formal (cinco actos, ballet, tema heroico, personaje travestido y gran catástrofe final) recuerda al poderoso Meyerbeer de Les Hugenots, pero con el personalismo wagneriano que se materializa por el tímido uso de leitmotivs como el de la oración (que derivará en el aria Allmächtger Vater que interpreta el protagonista en el acto V). La duración cercana a las cuatro horas y media en versión completa obligó a Wagner a partir la obra en dos como hiciese Berlioz con Les Troyens. La ópera fue el primer éxito del compositor de Leipzig, aun así el mismo Wagner la rechazaría tanto que nunca llegó a Bayreuth y fue decayendo su representación por su complejidad, duración y estilo. La obra tiene una anécdota bastante oscura, que os contaré: Un día de 1907, dos amigos salen de la ópera, en Viena. Acaban de ver Rienzi, una obra escrita y compuesta por Wagner sobre un líder en la Italia medieval que vence a la aristocracia y da el poder al pueblo. Uno de los dos amigos, bajo el influjo del drama contemplado -que han seguido de pie, apoyados en unas columnas de la sala, aguantando así las más de cuatro horas de la función- se dirige muy serio al otro. Con una pose que encaja mal con los 17 años de ambos, le dice que un día él también recibirá un mandato del pueblo para sacarlo de la servidumbre y llevarlo a las más altas cotas de libertad. El otro muchacho, que sólo ansía encontrar un empleo como músico, no termina de creer lo que ha oído. Su interlocutor quiere ser artista, seguramente pintor, rechaza las formas burguesas y propugna un estilo más sencillo y auténtico. Pero nunca hasta ahora le ha oído una proclama semejante. Treinta y dos años más tarde, en el entreacto de una función en Bayreuth, los dos hombres, ya cincuentones, hablan con Winifred Wagner, nuera del compositor, y recuerdan aquella escena de locura juvenil a la salida de la Ópera de Viena. Solo que la proclama se ha cumplido. El otrora joven visionario se dispone a llevar a cabo su sueño y sumir a la Humanidad en la mayor catástrofe nunca conocida. Su nombre es Adolf Hitler. (más sobre esto podéis encontrarlo en KUBIZECK, E: El joven Hitler que conocí. Barcelona: 2010).

Más bien parece que la historia del tribuno estaba condenada al olvido por la empatía con el Führer. Un joven Felsenstein antes de la guerra la pondría en Viena, y después de la guerra Wieland Wagner elaboró en Stuttgart una versión sui-generis con corta y pega, para realzar el contenido dramático, y enfatizando el rol de Rienzi para Wolfgang Windgassen. En los ochenta se volvieron a dar por lo menos tres producciones interesantes: Nicholas Hytner en Londres, Hans Peter Lehmann (asistente de Wieland Wagner) en Wiesbaden -hay video pirata por ahí- , y Hans Lietzau en Munich. Tras una reposición en Viena con incierta suerte, en el Gran Teatre del Liceu (versión de concierto) y en Dresde con un excelso Peter Seiffert, la obra ha vuelto a tener un fuerte realce escénico con los montajes de Nicolas Joël en Leipzig y el no menos espectacular montaje de Katharina Wagner para la Ópera de Bremen, lleno de violencia y reflexión sobre ella. Hoy por hoy la obra parece revitalizarse e interesar, a pesar de su oscura historia.

¿Por qué cuento todo esto?

Por la edición en DVD que ha publicado el sello ARTHAUS y que se grabó en las funciones de la Deutsche Oper de Berlin en Febrero de este año. El montaje es firmado por Phillip Stölzl. Él y Katharina John (dramaturga) sobre una versión de la partitura re-elaborada por él mismo y Christian Baier, trazan una propuesta bastante interesante por el uso de los medios de comunicación y la política, así como la integración de video y construcción de dobles realidades en escena. Stölzl y John reflexionan sobre estos dos conceptos, así como la historia a través de iconos del cine, esto se manifiesta en la obertura con guiños al Gran dictador y a Syberberg Hitler, ein Film aus Deutschland (además parece verse la influencia en la construcción de la identidad histriónica y neurótica de Rienzi), para proseguir con Berlin, Symphonie des Großstadt y la vertiginosa arquitectura de la República de Weimar así como en la posterior transformación Speeriana y la riefensthalización de la obra a partir del ascenso de Rienzi a tribuno, incluso cierto toque de Goebbelismo en la influencia propagandística. La elección de la estética nazi no puede ser más acertada, pues en vez de la runa Sig (la runa de la SS) se elige la runa Rad, que se convertirá en el emblema de Rienzi. Todo este dispositivo estético influye fuertemente en las intenciones dramáticas y narrativas de la propuesta, dando carácter propio a los actos e influyendo de manera intencionada en el ritmo dramatúrgico de la obra. La influencia de Stölzl llega hasta tales momentos que cambia y rehace el discurso del tercer acto, desde un clima “salvador”, con el corte del coro del Santo Spirito Cavaliere para enlazarlo con el aria de Adriano Gerechter Gott! y de fondo Rienzi (o mejor su imagen) arengando al pueblo que muestra su malestar, y enlazar a la plegaria de las mujeres (recurso muy interesante saltándose lo épico del desfilo); logrando el director un estupendo clima de malestar, de engaño mediático y de guerra. Para el espectador la opresión es constante, por una parte por lo angustioso del espacio escénico.

La acción se concentra en dos bloques diferenciados: I y II acto por una parte, y III, IV, V por otra. En la primera parte se centra en el éxito del tribuno, en una identidad pública explicada, manifiesta, como en una demostración pública logrando uniformar y coreografiar al coro; mientras que el segundo bloque es la caída de Rienzi, pero también la destrucción y despersonalización de su figura mediática. Encerrado en su bunker, solo en el quinto acto saldrá a dar la cara, se humanizará en la boca del escenario ante la turba enfurecida. Aquí más que el guiño a Hitler está a Mussolini. La progresión de demagogo populista mezclado con la “chusma” se transforma en un ser antisocial, loco y megalómano, que habla incluso con la cámara apagada en un afán de permanecer en el punto de vista de la sociedad. Su destrucción viene dada porque su estado mayor (Cecco del Vecchio y Baroncelli) comienza a desconfiar fuertemente de él. Solo le cree Irene, su hermana, la única que permanece en el führer-bunker junto a él. Adriano es el gran desengañado, se une al proyecto de Rienzi, lo formaliza en el segundo acto pero pronto se da cuenta del tremendo engaño de alguien que no es capaz de salir ni en momentos tremendos, justo el momento en el que se articula la traición de los colaboradores de Rienzi. También sufre merma su aspecto físico, su pelo encanece y necesita de un bastón, y en los momentos después de la batalla ocultando su verdadero estado de salud, tras la propaganda y el histrionismo. La escena final es sobrecogedora, Rienzi monta Das Neue Rom en su bunker mientras canta el aria poseído por un ataque de locura, mientras Irene hace una corona de flores y el coro mira impasible al público desde la parte de arriba del escenario. Lo que viene después es la penetración de la turba en el bunker y las recriminaciones de Rienzi. Él ensangrentado explica que todo ha sido por el bien de Roma. Y mientras maldice al pueblo cae muerto y es linchado póstumamente. Adriano entra en el refugio de Rienzi en busca de Irene y solo la encuentra muerta (se había suicidado anteriormente) frente a la maqueta del colosal edificio destruida. Es el final de Rienzi y de su falsedad propagandística, él es mucho más vulnerable y débil que lo que aparentaba…

Creo que es una versión interesantísima porque además de ser la primera vez que sale en DVD, como he intentado explicar en estas líneas la puesta en escena merece por lo menos un visionado. La reflexión sobre comunicación, demagogia y poder llevado al límite y con una música fabulosa. Una fantástica elección para espectadores ávidos de buena ópera y buen teatro.

Torsten Kerl (Rienzi), Kate Aldrich (Adriano) & Camilla Nylund (Irene). Deutsche Oper Berlin, Sebastian Lang-Lessing (conductor) & Philipp Stölzl (stage director). Set Design by Ulrike Siegrist & Philipp Stölz.Live Recording from The Deutsche Oper Berlin, 2010. ARTHAUS DVD.

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